Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Ornamentación y artes menores

(C) Ramón Corzo Sánchez



Comentario

Por la abundancia y calidad de las piezas reunidas en el Museo de Mérida, es éste el lugar donde mejor se puede establecer un repertorio de ornamentación arquitectónica, que habría de identificar con una revitalización de los talleres romanos, promovida por los activos obispos emeritenses del siglo VI; con un cierto carácter de primacía sobre Toledo o Córdoba, el foco emeritense proporcionaría los temas, las formas y los artistas del resto de los talleres, cuando no exportaba directamente piezas confeccionadas. Este hecho es bastante claro para los valles del Tajo y el Guadiana, se rastrea en menor grado en Andalucía y Levante, y tiene una resonancia mucho más limitada al norte del Duero.
La colección visigoda de Mérida es muy numerosa, puesto que el último inventario, limitado a lo aparecido con certeza en la ciudad, recoge casi cuatrocientas cincuenta piezas; si se tiene en cuenta el escaso número de elementos decorados que contienen las iglesias visigodas conocidas, puede pensarse que poseemos un buen repertorio de todas las basílicas emeritenses. En cuanto al estilo, hay una presencia constante de los geometrismos locales o romanos tardíos, en los que influye decididamente una aportación bizantina, que parece tener su cauce a través de Rávena y el Sur de Italia y que se hace notar más en la producción del siglo VI; después, se produciría una evolución local de todos los elementos reunidos, en la que los componentes bizantinos tienen un tratamiento muy alejado de su sentido original.

En Mérida son muy abundantes los pilares prismáticos, labrados por las cuatro caras, o sólo por dos o tres cuando estaban destinados a ser adosados a los muros; algunas de las caras se decoran como pilastras, divididas en basa, fuste y capitel, mientras que otras se reparten en cuadros superpuestos o el fuste está cajeado para contener una semicolumna; es un tipo de soporte muy empleado en la costa italiana del Adriático, que en Mérida parece tener preferencia sobre la columna tradicional, de la que existen muestras menos numerosas. En el aljibe de la Alcazaba de Mérida se reutilizaron diez de estos pilares, que forman el grupo más cercano a los prototipos bizantinos, mientras que los de estilo posterior se identifican por la pérdida del sentido orgánico en los tallos vegetales y la simplificación de las hojas de acanto de los capiteles hasta formar una simple fila de lengüetas lisas.

Otra serie numerosa es la de placas de cancel, que se complementa con pequeñas columnas o pilares. Son rectangulares y se distribuyen en arquerías soportadas por columnas; el tipo normal lleva una venera en el interior del arco y decoración de arquillos y volutas en la parte inferior; otras alternan los arcos avenerados con triángulos y se rellenan en la parte inferior con un reticulado de aspas, tallos con racimos o aves en celdillas, siguiendo el modelo de los ambones bizantinos de Rávena; dentro de un tercer grupo estarían las placas de cancel que suprimen la venera para alojar un crismón convertido en cruz aspada, con el Alfa y Omega, que lleva un cordero en el disco y pavos sobre los arcos.

Hay otras variantes de placas de cancel, que comparten los temas de unos nichos planos o semicirculares, también con el crismón o la venera, de los que algunos estarían destinados a soportes de mesa de altar. Es el mismo repertorio decorativo de algunos frisos portugueses y de la ornamentación de las ventanas de Vera Cruz de Marmelar, con la venera dentro del nicho, o de San Pedro de la Nave, con la venera plana.

Son también de interés, en el taller de Mérida, los pilares de soporte de altar; por lo demás, abundan las decoraciones geométricas en pequeños frisos y columnillas o arcos de ventanas, pero son escasos los frisos horizontales con decoraciones continuas que se conservan en las iglesias visigodas del siglo VII, como si entre ambos conjuntos se hubiera producido la transformación definitiva de los sistemas de ornamentación arquitectónica.

No existen en Mérida piezas figuradas, a excepción de una placa con la representación de un toro alado y con nimbo en la cabeza, que es el símbolo del evangelista san Lucas, y otro pequeño fragmento con la pata de un toro, de una placa semejante. Estas imágenes documentan el uso de los símbolos del Tetramorfos en Mérida, a base de modelos con formas completas de animales y no de combinaciones de cuerpos humanos y cabezas animales, que también eran conocidas en lo visigodo.